27 de junio, Día Mundial de las Microempresas y las Pymes: el auge del emprendimiento de personas migrantes

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Fraternidad-Muprespa

En el marco del Día Mundial de las Microempresas y las Pymes, que se celebra cada 27 de junio por iniciativa de las Naciones Unidas, cobra especial relevancia el papel creciente de las personas migrantes en el tejido emprendedor español. Y es que el emprendimiento de personas no nacidas en España no es un fenómeno marginal, sino una realidad estructural que está transformando el panorama económico nacional.

El colectivo migrante, compuesto por personas de muy diversa procedencia, se ha consolidado como uno de los principales motores del autoempleo y la creación de pequeñas empresas, superando en ritmo de crecimiento a la población autóctona. Las estadísticas más recientes y los estudios especializados permiten trazar un perfil detallado de esta tendencia, así como analizar los factores que la impulsan. Vamos a verlo.

Según datos de la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), en 2024 los trabajadores autónomos extranjeros representaban el 13% del total de afiliados al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA), con más de 426.000 personas registradas. Esta cifra ha crecido de forma sostenida en los últimos años: entre 2021 y 2023, más de 46.500 inmigrantes se incorporaron al RETA, lo que evidencia una dinámica de emprendimiento más activa que la de los nacionales.

El informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) España 2024 refuerza esta tendencia al señalar que uno de cada siete hombres y una de cada nueve mujeres migrantes en el país ha optado por emprender, duplicando proporcionalmente las tasas de emprendimiento de la población nacida en España.

Los sectores donde más se concentra el emprendimiento migrante son aquellos con barreras de entrada relativamente bajas en términos de capital inicial y requisitos regulatorios. Destacan especialmente el comercio minorista, la hostelería, la construcción, el transporte y los servicios profesionales y científicos.

Por ejemplo, el sector de la hostelería ha sido históricamente un refugio para el autoempleo migrante, debido a la alta demanda de servicios y la posibilidad de iniciar negocios con inversiones moderadas. Asimismo, el transporte y la logística han experimentado un crecimiento notable, impulsado por el auge del comercio electrónico y la necesidad de servicios de última milla.

El perfil del emprendedor migrante en España es diverso, aunque se observan algunas tendencias claras. En cuanto a la edad, la mayoría de los emprendedores extranjeros se sitúan entre los 30 y los 50 años, una franja de edad que combina experiencia laboral con motivación para establecerse económicamente en el país.

Desde una perspectiva de género, las mujeres representan aproximadamente el 37% del total de personas autónomas extranjeras. Aunque esta cifra es inferior a la de los hombres, el crecimiento del emprendimiento femenino ha sido constante, especialmente en sectores como el comercio, la educación, los servicios sanitarios y las actividades administrativas.

Respecto al capital inicial, muchos de estos negocios se inician con recursos limitados por varios factores, sobre todo, la dificultad en el acceso a la financiación tradicional, la de los bancos o el menor recurso a programas públicos específicos para el autoempleo, lo que obliga a recurrir a ahorros personales o redes informales de apoyo. No obstante, algunos informes, como el de la Fundación Nantik Lum, destacan el papel creciente de programas de microfinanciación y asesoramiento como herramientas clave para facilitar el emprendimiento en este colectivo.

El auge del emprendimiento entre personas no nacidas en España responde a una combinación de factores estructurales.

Las barreras en el acceso al mercado laboral es la primera de ellas. Muchos migrantes enfrentan dificultades para acceder al empleo por cuenta ajena debido a la falta de reconocimiento de títulos, de residencia legal, barreras idiomáticas o discriminación. El autoempleo se convierte así en una vía de inserción económica viable.

El segundo sería lo que podríamos denominar el ‘factor resiliencia’ es decir, ese empuje extra vinculado a que las personas migrantes suelen tener mayor capacidad de adaptación y más motivación por mejorar su calidad de vida, ergo, más disposición al riesgo y al esfuerzo que implica emprender.

Por últimos, destacaríamos que las personas migrantes suelen mantener vínculos con sus países de origen, lo que les permite acceder a mercados, proveedores o conocimientos específicos, es decir, una ventaja competitiva más.

A pesar de su dinamismo, el emprendimiento migrante enfrenta importantes desafíos. La falta de políticas públicas específicas, la escasa visibilidad institucional y la persistencia de estereotipos dificultan su consolidación. Solo algunas comunidades autónomas, han implementado programas de apoyo directo al autoempleo extranjero.

Sin embargo, el potencial de este colectivo es innegable. Su contribución al tejido productivo, la creación de empleo y la sostenibilidad del sistema de pensiones, en un contexto de envejecimiento poblacional, lo convierten en un activo estratégico para el futuro económico del país.

Reconocer, apoyar y potenciar esta tendencia no solo es una cuestión de justicia social, sino también una apuesta inteligente por el desarrollo sostenible y la cohesión social. Las cifras no mienten: los migrantes están liderando una nueva etapa del emprendimiento en España.

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