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EMPRENDEDORES DE ALTURA: LA «EMPRESA» DEL EVEREST

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jpedroso

EMPRENDEDORES DE ALTURA: LA «EMPRESA» DEL EVEREST

Si estás atravesando un infierno, sigue caminando
(W. Churchill)

 


Portal del Emprendedor de Fraternidad-Muprespa.
Jesús Pedroso. Enero 2018.

 

Cuando el 29 de mayo de 1953 el explorador neozelandés Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tenzing Norgay lograron la gesta colosal de convertirse en los primeros seres humanos en coronar la cima del monte Everest, el pico más alto del planeta también llamado «el tercer polo», éste ya se había cobrado varias víctimas en los sucesivos intentos de vencer su natural resistencia a la conquista por el hombre.


Primera lección para emprendedores: donde unas esperanzas se frustran, otras se materializan.
De la misma manera, experiencias pasadas no garantizan idénticos resultados en el futuro.


Sus 8.848 metros de altitud cuentan con la llamada zona de la muerte, a partir de los 7.500 metros, en la que el escaso oxígeno va degradando tanto el cuerpo humano que si alguien desfallece y no puede continuar por sus propios medios suele ser abandonado a su suerte por sus compañeros de escalada, que apenas tendrán fuerzas suficientes para mantenerse ellos mismos en pie -se necesitan, como mínimo, tres respiraciones por paso- porque detenerse o ralentizar aún más la marcha sería un suicidio. La temperatura oscila entre los -35° y los -60° aproximadamente, el viento puede azotar a una velocidad de 135 Kms/h y la presión atmosférica es un tercio de la existente al nivel del mar, lo que convierte su ascenso en una empresa no apta para cualquier escalador.

George Everest, coronel, topógrafo y geógrafo
Empecemos por el principio. En 1830, el coronel galés George Everest fue nombrado perito general de la India, por entonces colonia británica hasta su independencia en 1947. Este topógrafo militar y geógrafo británico llevó a cabo la importante labor de desarrollar la medición trigonométrica de todo el país asiático, incluida la escabrosa zona de la cordillera del Himalaya, que en sánscrito significa «morada de las nieves». Su trabajo y sus estudios del terreno permitieron la medición del denominado por entonces Pico XV, considerándose desde ese momento la montaña más alta del planeta, aunque George Everest jamás lograra verla personalmente. Se retiró en 1843 y volvió a Gran Bretaña.


El emprendedor pertinaz estudia, analiza y se informa sobre las acciones pretéritas de otros emprendedores
en el terreno que haya elegido para iniciar su aventura, con el fin de dar a su proyecto más posibilidades de éxito.


En 1856, su sucesor en el cargo, el también militar Andrew Waugh, tras una exitosa expedición, hizo pública la localización y medición exactas de varios de los picos más elevados del Himalaya, destacando uno de ellos sobre el resto por sus famosos 8.848 metros. George Everest propuso acertadamente desde su retiro que el nombre de Pico XV fuera sustituido por otro con una nomenclatura más propia de la zona. Su modesta sugerencia no fue tomada en consideración por Andrew Waugh, quien finalmente le dio el nombre definitivo de monte Everest en 1865, honrando así el gran trabajo de su predecesor, que fallecería un año después.


Un emprendedor bien informado sobre el entorno geográfico, económico y social,
encontrará la oportunidad antes que otros.



Expediciones al Everest en el siglo XX: el principio de una obsesión
Pasaron los años y el monte Everest seguía estando ahí, virgen e inabordable. Existen escasas crónicas sobre expediciones a los aledaños de esta montaña desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, especialmente por el cierre de las fronteras del Tibet y Nepal a todos los extranjeros. No obstante, en 1903, una expedición militar británica obtuvo la primera fotografía del Everest a 100 kilómetros de distancia. También se cuenta que el capitán John Noel había logrado deambular clandestinamente por la zona un año antes del inicio de la I Guerra Mundial (1914-18) con la única finalidad de ver la mítica montaña.


Los emprendedores que estén planificando su irrupción en el mundo empresarial
se enfrentan a un dilema: cuánto dinero es necesario para poner en marcha su idea de negocio.

 


En 1920 las fronteras tibetanas fueron abiertas a todos aquellos que quisieran intentar pisar la cima del mundo y enseguida se organizaron  tres expediciones por cortesía de los británicos, tan amantes del riesgo y de la aventura como deseosos de dejar su huella en cualquier parte del mundo. Habían fracasado tanto en el Polo Norte como en el Polo Sur y ahora se encontraban ante una nueva oportunidad de alcanzar la gloria.


Todo emprendedor debe tener muy claros dos conceptos:
la misión y la visión de su aventura empresarial, cuáles son sus objetivos y qué aspiraciones tiene a medio y largo plazo.

 


Su organización y financiación se llevaron a cabo por medio de una suerte de joint venture, el Mount Everest Committee, formado por  la Royal Geographical Society y el Alpine Club de Londres. Así, cuando una de las expediciones llegó por primera vez al monasterio del Valle de Rongbuk, el lugar habitado más alto del planeta, los asombrados monjes preguntaron a los británicos cuál era su religión. Éstos, ocurrentemente,  respondieron que profesaban dos religiones en una: la de la Royal Geographical Society para explorar el mundo y la del Alpine Club para escalar el Everest.
La estrategia y el planteamiento de las expediciones se ejecutaron bajo una disciplina militar, por ostentar esta condición castrense varios de sus integrantes, además de ser todos ellos expertos montañeros.


La disciplina y el orden fundamentan cualquier plan emprendedor con serias aspiraciones de éxito.



La primera expedición se llevó a cabo en 1921, con una finalidad más exploradora que orientada a abordar la cumbre, ya que no se sabía nada del monstruo ni de lo que resultaría imprescindible para derribar el mito de una montaña de la que se ignoraba hasta su ubicación exacta, así como las vías de acceso más adecuadas, las condiciones climatológicas, los días más propicios del año para su asalto y qué requerimientos físicos de los escaladores serían necesarios para lograr aclimatarse a un medio tan hostil. Previamente, establecerían un itinerario por el Tibet, el gran desconocido para los europeos, y cartografiarían la zona.


Emprender una aventura sin un estudio previo del entorno físico
en el que aquella se va a desarrollar es una temeridad.


Uno de los integrantes de esta primera expedición fue George Mallory. La leyenda daba sus primeros pasos hacia la eternidad.
En la primavera de 1921 las dificultades fueron enormes hasta para aproximarse a las estribaciones de la montaña, debido en gran parte a la larga distancia que debieron recorrer para rodear Nepal, que no permitía a los extranjeros el acceso a su territorio como había hecho el Tibet. De esta manera, el explorador más experto del grupo, el médico escoces Alexander Kellas, falleció por problemas cardíacos provocados por la extenuante marcha de aproximación.
En los siete meses que duró esta expedición descubrieron un acceso por la cara norte. La primera visión de la montaña fue descrita así por Mallory: «surgió un prodigioso colmillo blanco que sobresalía de la mandíbula del mundo, la cima del Everest». No lograron ascender y volvieron a casa con sensación de derrota.

En 1922 salió la segunda expedición con una novedad: una parte de sus integrantes intentarían subir por primera vez con botellas de oxígeno. Mallory consideraba la ayuda añadida del oxígeno  como una violación del fair play, tan propio de los británicos. Por primera vez se superan los 8.000 metros de ascensión. Lo consigue Mallory, sin oxígeno, junto a otro escalador, Finch, que sí lo utilizó. Esta expedición es considerada el primer intento oficial de llegar a la cima del mundo. Sus integrantes eran más expertos en la escalada que los del año anterior.


La inversión en innovación tecnológica puede suponer la diferencia
entre el éxito y el fracaso en un plan emprendedor.

 


Hasta entonces, el mundo de la medicina afirmaba que el organismo humano no podía sobrevivir a una altitud superior a los 6.000 metros sin utilizar el método de los picos de sierra, que consistía en ascender y descender cortas distancias constantemente hasta lograr la aclimatación. En 1922 se superó esta teoría médica, pues algunos de los escaladores permanecieron bastante tiempo por encima de esa altitud. Además, ayudaría a esta aclimatación el plan de establecer una serie de campamentos, separados entre sí por la distancia estimada que un hombre puede recorrer en un día. El ser humano se acercaba así, con paso lento pero seguro, con planificación y disciplina, hacia la victoria sobre el gigante inhóspito. Era cuestión de tiempo.
Las condiciones climatológicas y los problemas con las botellas de oxígeno -fallaron casi todas- de quienes decidieron utilizarlas, dieron al traste con las ilusiones del grupo. Además, una avalancha a 7.000 metros de altura acaba con la vida de siete sherpas, tragedia de la que se culpa, por una parte de la opinión pública, a la temeridad de Mallory y su obsesión por ascender ignorando las peligrosas condiciones climatológicas. Así finaliza esta segunda expedición.

Tercera expedición: 1924. George Mallory y Andrew Irvine
- ¿Por qué escalar el Everest?
- Porque está ahí (because it's there).
Con esta conocida frase respondió George Mallory a una pregunta durante la promoción que estaba llevando a cabo de su expedición por América.


El emprendedor por naturaleza es capaz de localizar e identificar una oportunidad de negocio.


Mallory, que ya era un veterano de 36 años, fue invitado de nuevo a participar en esta tercera expedición. Dudó. Pero se cree que su esposa, consciente de la obsesión romántica por explorar lo desconocido que embargaba a su marido, le animó a ir.


El apoyo del entorno familiar del emprendedor adquiere
una importancia vital para el desarrollo de todo su potencial.


Solo cabía el éxito o la derrota, la gloria o el fracaso, no había término medio. La única finalidad de esta expedición era abordar la cima. Se instalarían seis campamentos para conseguir en varias semanas la aclimatación. La caravana contaba con experimentados escaladores -Norton, Bruce, Somervell y el propio Mallory entre ellos-, acompañados por otros más jóvenes, como el malogrado  Irvine.


El mercado y el mundo de los negocios en general son tan volubles como impredecibles.
Contar con un plan B o saber retirarse a tiempo para encontrar la oportunidad en otro momento,
son opciones que deben tenerse en cuenta y preverse antes de comenzar la aventura empresarial.


Vientos de 160 Kms/h y temperaturas de -53° retrasaron el plan establecido. Empezaron con 150 porteadores y en el momento crucial solo 15 se encontraban en condiciones de ascender. A pesar de las adversas circunstancias, intentarían llegar a la cima por parejas. Lo intentarían dos parejas. Si la primera fracasaba, saldría la segunda.
El primer intento, el 1 de junio, corre a cargo de Mallory y Bruce con nueve sherpas y sin oxígeno artificial. Logran instalar el campo V, pero los fuertes vientos provocan la negativa de los sherpas a continuar. Mallory regresa desolado al campamento. El segundo y definitivo intento es para Norton y Somervell, el 4 de junio, considerando que se trataba de la última oportunidad para llegar a la cima. Logran superar los 8.500 metros de altitud sin la ayuda de oxígeno, proeza que ningún ser humano había logrado antes (hasta 1978 no se superó esta marca), pero fracasan también. Las limitaciones respiratorias y que apenas podían dar más de 12 pasos seguidos les obligan a volver. Se quedaron a 270 metros de la gloria.
Mallory no admitió la derrota y propuso un tercer intento que no estaba planificado, esta vez con oxígeno. Se lo juega a todo o nada y elige al joven Irvine como pareja, por su experiencia con las botellas de oxígeno. El 6 de junio afrontan el reto final. Desaparecen entre la niebla como fantasmas. George Mallory y Andrew Irvine no regresarían jamás. El 11 de junio de 1924, la apesadumbrada expedición abandona el campamento y emprende el camino de vuelta.


Expedición de 1924
Irvine y Mallory, de pie, primero y segundo por la izquierda

 


Dejar nuestro destino en manos de la improvisación nunca será una buena idea
cuando se trata de arriesgar la inversión realizada en un proyecto emprendedor.



Mallory, el mito; Hillary, el triunfador
En 1999, 75 años después de la desaparición de George Mallory, una expedición norteamericana encuentra su cadáver. El de su acompañante Irvine continúa desaparecido. Hay quien cree que murieron mientras descendían, tras lograr hacer cima, pero los fríos análisis no dan mucho crédito a esta probabilidad. Mallory había prometido dejar en la cima una foto de su esposa que guardaba en un bolsillo de su chaqueta, fotografía que el cadáver no llevaba encima. Esta circunstancia ha alimentado la idea romántica de que el mítico escalador británico venció al Everest antes de sucumbir.

El británico George Mallory lo intentó en 1924, con sus pantalones de golf y una chaqueta de franela, perdió la vida y se convirtió en un mito. El neozelandés Edmund Hillary lo consiguió en 1953, casi 30 años después, siendo el primer hombre en vencer al tercer polo y sobrevivir a la batalla. Ambos, Mallory y Hillary, siempre serán considerados como unos emprendedores de gran altura. Grandes emprendedores con una misión, una visión y unos valores: escalar, explorar, descubrir nuevos horizontes, llegar al pico más alto del planeta y todo ello fundamentado en la ética y la deportividad.

La empresa del Everest se ha cobrado a lo largo de su historia cerca de 300 víctimas, entre emprendedores -escaladores- y trabajadores contratados -guías de montaña-. Afortunadamente son muchísimos más los que han llegado a la cima y han vivido para contarlo. Pero aún son más numerosos aquellos que lo han intentado sin lograrlo y que han sobrevivido para narrar su experiencia e intentarlo de nuevo.


El auténtico emprendedor, aquel que muestra una arraigada mentalidad emprendedora y aventurera, lo intentará varias veces hasta lograr el éxito.
Valga como ejemplo la compañía finlandesa Rovio, que desarrolló Angry Birds, el extendido videojuego para móviles: tuvo 51 fracasos antes de su definitivo éxito.


La cima solo es la mitad del camino, dijo muy acertadamente Ed Viesturs, el gran montañista norteamericano .

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