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Sorry We Missed You (Ken Loach) y los falsos autónomos

Fraternidad-Muprespa
Autor
Jesús Pedroso

El octogenario y genial director de cine británico, Ken Loach, nos introduce en el difícil mundo de los falsos autónomos con su obra cinematográfica Sorry We Missed You (2019), ambientada en el actual Reino Unido.

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Un matrimonio de mediana edad, dos buenas personas de clase obrera, interpretado magistralmente por Kris Hitchen y Debbie Honeywood, hacen lo que pueden para sobrevivir y mantener a sus dos hijos adolescentes, entre deudas y trabajos precarios, sumidos en una constante incertidumbre.

Ella se gana sacrificadamente la vida como cuidadora de casa en casa, atendiendo a ancianos que requieren de asistencia para las necesidades más básicas y a personas con discapacidad, poniendo de relieve su humanidad y compromiso con lo que hace. Mientras tanto, él busca trabajo y la película comienza con la entrevista que le realiza el dictatorial gerente de un almacén cualquiera de una empresa dedicada al reparto de paquetería:

«Dejemos algunas cosas claras desde el principio ¿vale?
Aquí no eres un contratado, te unes al equipo. Tú eres un miembro más.
No trabajas para nosotros, trabajas con nosotros.
No repartes para nosotros, realizas servicios.
No hay contrato como tal, no hay objetivos de rendimiento, cumples normas de calidad.
No hay sueldo, hay tarifas ¿Está claro?
No tienes que fichar, tienes que estar disponible.
Si firmas con nosotros te conviertes en un transportista autónomo franquiciado.
Serás dueño de tu destino, es la diferencia entre perdedores y luchadores». 

Ricky, el protagonista de este drama, es un trabajador no cualificado, pero con ganas de trabajar en lo que sea. Así que acepta las condiciones propuestas para introducirse en un mundo desconocido para él, implacable y frenético, plagado de obstáculos, situaciones imprevistas y explotación laboral sin límites.

Ya en las primeras escenas, Loach refleja la tensión y las dificultades a las que se encuentran sometidos este tipo de autónomos. Ricky se ve obligado a comprar una furgoneta -un gasto más que añadir a su ya deprimida economía doméstica- para comenzar a trabajar en la nueva empresa, con una jornada laboral de 14 horas diarias, 6 días a la semana. Las sanciones de tráfico las pagará de su bolsillo, estará obligado a encontrar un conductor sustituto si, por cualquier motivo, no puede acudir a su jornada laboral, que también irá a su cargo y le aconsejan que lleve una botella vacía en su vehículo de transporte para poder orinar. En su primer día de trabajo le entregan el lector escáner de paquetes y el jefe se lo deja muy claro: «si lo pierdes, lo pagas» (1.000 libras).

Los estrictos horarios de entrega, las direcciones equivocadas, la ausencia de los destinatarios, los clientes “tocapelotas”, la fatiga física y mental, la presión, sanciones y amenazas de la empresa o la invisibilidad de su esfuerzo por parte de la sociedad son solo algunas de las circunstancias que van alimentando el estrés del protagonista, al que tendrá que habituarse para salir adelante.

«Las casas a las que has ido, las caras que has visto, las personas con las que has hablado ¿te ha preguntado alguien de verdad cómo estás? les importa un pijo que te duermas al volante y te estrelles contra un autobús, solo les importa el precio, la entrega y el paquete en la mano» llega a comentarle el jefe en otro de sus asfixiantes monólogos “motivadores”.

Un drama magistral, descorazonador y real como la vida misma.

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Recordemos que un falso autónomo es aquel trabajador por cuenta propia que desempeña para una empresa las labores propias de un trabajador por cuenta ajena, sometiéndose a horarios y percibiendo remuneraciones económicas propias de un asalariado, pero con la obligación de hacer frente a gastos que corresponderían al empleador (cotizaciones a la Seguridad Social, seguros privados, coste del mantenimiento de algunos medios de producción, etc.).

La figura del falso autónomo viene siendo objeto de un encendido debate desde la crisis de 2008, punto a partir del cual se incrementó exponencialmente su presencia en el mercado laboral. Algunas empresas vieron en este tipo irregular de contratación una nueva forma de ahorrar costes, para aumentar la productividad y los beneficios, aprovechando las lagunas legales existentes o la laxitud de las normas que regulan este ámbito.

El auge del comercio electrónico y las plataformas digitales también ha incidido negativamente en la expansión de este fraude en muchos países, del que el Parlamento y el Consejo de la Unión Europea se hicieron eco por medio de la Directiva (UE) 2019/1152, relativa a unas condiciones laborales transparentes y previsibles en la Unión Europea:

«El abuso de la condición de trabajador por cuenta propia conforme lo define la legislación nacional, ya sea a escala nacional o en situaciones transfronterizas, es una forma de trabajo falsamente declarado que se asocia a menudo con el trabajo no declarado. El falso trabajo por cuenta propia se produce cuando una persona es declarada como trabajador por cuenta propia aun cuando se cumplen las condiciones propias de una relación laboral, con el fin de evitar determinadas obligaciones jurídicas o fiscales».

La Directiva europea se limita a recomendar que no se abuse de esta modalidad de contratación y a definir en qué consiste esta forma de trabajo. No entra a fondo en una problemática cada vez más habitual en sectores como el transporte, ubicando este párrafo en un “considerando preambular”, no en su articulado, y trasladando la resolución de esta anomalía a los poderes legisladores de cada país.

Para este viaje no hacían falta alforjas.

Posiblemente, a partir de ahora, en un sano ejercicio de empatía, vea con otra cara al repartidor que me traiga un paquete a casa o a la oficina.

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