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Coronavirus COVID-19: Economía pendiente de un hilo

Fraternidad-Muprespa
Autor
Jesús Pedroso

Necesitamos certezas porque vivimos en un mundo incierto.

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           La crisis sanitaria global que sufre la mayor parte del mundo en general (pleonasmo intencionado) y España en particular, aparte del drama humano de los fallecidos y afectados por la pandemia, ha provocado que a la economía de algunos países se le vean las costuras y muestren unas debilidades hasta ahora inimaginables. No estamos hablando, precisamente, de países tercermundistas económicamente deprimidos, sino de Italia y España, la 8ª y la 13ª economías en el ranking mundial por PIB nominal. Si bien el virus va a provocar -ya lo está haciendo- una crisis económica y financiera en muchos países, no deja de sorprender que esta situación nos haya abierto los ojos sobre algunas economías estatales que previamente se encontraban colgando de un hilo.

«a la economía de algunos países se le han visto las costuras y muestran unas debilidades hasta ahora inimaginables»

En el caso de Italia, leíamos hace unos días que la situación de la pandemia por el coronavirus se veía agravada por la decisión de Alemania de paralizar súbitamente la exportación de respiradores artificiales a su socio de la UE, así como al resto de países, generando una situación crítica en sus hospitales. Los proveedores existentes de estos aparatos alegaban que se encontraban sin stock. Al final, China salió en su auxilio y envió 1.000 unidades al país italiano.

En los hospitales españoles la situación no es más favorable. Faltan también respiradores, además de mascarillas, batas y otros EPIs. Tanto los aparatos ventiladores como los equipos de protección individual no pueden considerarse bienes de alta tecnología, más bien resulta un material básico cuya fabricación y suministro no tendría que suponer ningún problema y hallarse al alcance de cualquier país. O eso es lo que creíamos.

Afortunadamente, Alemania, junto a Francia, que también había puesto obstáculos a la exportación de material sanitario, han decidido cambiar su actitud para colaborar con sus socios de la UE, suministrando los pedidos para luchar contra el Covid-19.

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Este nefasto escenario denota una gestión inadecuada y la escasa previsión existente en el ámbito de la economía, que no de los economistas, porque como nos recordaba el profesor Antonio Pulido San Román, recientemente fallecido, «la economía la hacen los políticos y directivos de empresas, no los economistas».

Una de las acepciones del atemporal término “economía” hace referencia al ahorro de trabajo, tiempo, dinero, etc. Así lo reflejaba Ramón Tamames en su famoso diccionario sobre esta ciencia, muy en consonancia con el economista británico Lionel Robbins (1898-1984), que define la economía como «la actividad humana que trata de alcanzar ciertos fines (satisfacción de necesidades) mediante la utilización de medios escasos y susceptibles de usos alternativos». Acepción que algunos gobiernos se han tomado al pie de la letra –lo del ahorro y los recortes presupuestarios-, con las consecuencias que ahora estamos sufriendo con la pandemia mundial del coronavirus en España (el desabastecimiento de material básico sanitario no es una simple percepción, sino una realidad incontestable). Sin embargo, otra acepción más positiva del concepto económico lo define como aquella actividad orientada a satisfacer las necesidades de la población a través de la producción y distribución de bienes y servicios. Algo que, en el presente que vivimos, parece una utopía y a las pruebas nos remitimos.

«España destaca por un sector sanitario excelente, gracias a sus profesionales; por ello, aparte de los recursos humanos, hay que aumentar los económicos, con más dotaciones y equipamientos, retener el talento e incentivar el emprendimiento sanitario y las startups en el ámbito de la salud»

Detectado el mal, ahora solo nos cabe aprender y exigir a nuestros gobernantes que fomenten el emprendimiento, la innovación y las exportaciones con una eficaz interacción entre las instituciones y las empresas, dotando de más recursos al sector de I+D, optando por el desarrollo económico y no tanto por el crecimiento. Porque «el desarrollo económico no es equivalente al crecimiento económico, ya que aquel incorpora algunas premisas de valor —implícitas o explícitas— acerca de lo que se considera deseable para la realización de las potencialidades del desarrollo humano de forma ambientalmente sostenible. Entre ellas cabe citar la igualdad económica y social, la eliminación de la pobreza, la educación universal, el aumento de los niveles de vida de acuerdo a un criterio fundamental de sostenibilidad ambiental, la independencia nacional, la adecuación y transparencia de las instituciones, el ejercicio de una democracia efectiva con participación ciudadana, la realización personal y el logro de la autoconfianza» (Francisco Alburquerque, economista español). Y no hay nada que influya más en el logro de la igualdad social y en la mejora de los niveles de vida que una buena gestión de la sanidad.

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España destaca por un sector sanitario excelente, gracias a sus profesionales; por ello, aparte de los recursos humanos, hay que aumentar los económicos, con más dotaciones y equipamientos, retener el talento e incentivar el emprendimiento sanitario y las startups en el ámbito de la salud.

En este sentido, tanto los actuales como los futuros emprendedores han de tomar nota del drama que sufrimos, porque probablemente llegarán otras crisis sanitarias en forma de virus pandémicos o de otra naturaleza, y ya se sabe que en estas coyunturas desfavorables es donde surgen las grandes ideas y proyectos que crean valor para la sociedad. No dejemos que únicamente se beneficien los especuladores expertos en nadar en aguas turbulentas para su propio interés.

A toro pasado, y obligado por las circunstancias, el Gobierno de España acaba de publicar el Real Decreto-ley 8/2020 de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19, que en su farragoso art. 37 establece una millonaria concesión de créditos extraordinarios en el presupuesto del Ministerio de Ciencia e Innovación; como por ejemplo, los 24 millones de euros al Instituto de Salud Carlos III para subvenciones de concesión directa para proyectos y programas de investigación de esta pandemia. Y decimos “a toro pasado” porque este tipo de ayudas, subvenciones y créditos a la investigación, el desarrollo y la innovación tendría que haber sido la norma desde siempre.

Ya va siendo hora de que las promesas electorales y los decretos ambiguos que establecen presuntas ayudas a este sector se materialicen en la realidad, para que esta anomalía que hoy presenciamos no nos haga caer en el conformismo de considerarlo como algo usual en el futuro.

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