Emprendimiento en España 2020-2021

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Departamento de Comunicación de Fraternidad-Muprespa
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En el recientemente presentado informe GEM España 2020-2021, sobre el emprendimiento en nuestro país, el enorme equipo responsable de su elaboración no lo debe de haber tenido nada fácil en medio de la vorágine que ha asolado el mundo, y que aún está dando lo que deseamos sean los últimos coletazos a la salud y la economía globales.

La trágica situación ha supuesto un lógico retroceso en la tendencia emprendedora, pero también una prueba de fuego en la búsqueda de oportunidades en sectores directa o indirectamente relacionados con la salud, el comercio electrónico y el tercer sector, pues nunca antes se había vivido una crisis global capaz de afectar al 100% de los países del mundo.

Los efectos negativos se han notado en todas las capas sociales, edades y géneros, resultando especialmente duros para los mayores en el ámbito de la salud y para los jóvenes que intentan abrirse camino en el mundo laboral y en el ecosistema emprendedor.

El emprendimiento es el motor de cualquier economía y ahora nos corresponde fomentar esta actividad y no caer en la desesperanza. Gobiernos e instituciones locales, nacionales, continentales y mundiales tienen la obligación de adoptar las medidas necesarias y aportar los recursos suficientes para que empresarios y emprendedores sean la base sobre la que se asiente la reconstrucción de un mundo desmoronado, retomando la senda de la normalidad.

Hoy más que nunca cobra sentido el Objetivo de Desarrollo Sostenible “Alianzas para lograr los objetivos” (ODS 17), en referencia a los 16 anteriores establecidos por la ONU en el marco de la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible. Sin embargo, debido a la contracción mundial de la economía, los países más avanzados están teniendo serias dificultades para cumplir con sus compromisos de financiar a los menos desarrollados. Un problema añadido para el cumplimiento con la agenda pactada en los próximos menos de nueve años.

Ciñéndonos a nuestro ámbito nacional, todos los indicadores sobre el emprendimiento, según el informe GEM, han caído de manera dramática, aunque esperemos que se trate de una cuestión coyuntural que superaremos antes o después y aprendamos de ella.

La población encuestada, entre 16 y 64 años, lo ha dejado claro. Así, en la percepción de oportunidades para emprender o iniciar un negocio en los próximos 6 meses, ha pasado del 36,1% en el año anterior a la pandemia al 16,5% y ha descendido también la intención de emprender en los próximos tres años. El miedo al fracaso ha subido casi 9 puntos, y además cae igualmente la confianza en la facilidad para iniciar un negocio en España (Doing Business) del 38,5% al 34,6%, un punto negro que en estos tiempos debería mejorar, facilitando los trámites para la constitución de empresas y flexibilizando las obligaciones por parte de nuestros legisladores. El intraemprendimiento también ha sufrido en gran medida los efectos de la actual coyuntura, descendiendo la población que trabaja en este tipo de prácticas desde el 2,8% al 1,2%, debido especialmente al menor apoyo financiero por parte de las empresas, que prefieren orientar sus recursos económicos a otras áreas, consideradas más estratégicas para la supervivencia de las organizaciones.

Un dato significativo que refleja fielmente la actualidad de este colectivo lo vemos en la motivación expresada para emprender, que no es otra que por necesidad al escasear el trabajo, subiendo desde el 47% hasta el 72% entre los encuestados que se hallaban en la fase incipiente de su negocio. Esta circunstancia no es la más deseable, al obtener resultados menos positivos que cuando el emprendimiento se lleva a cabo por oportunidad. Una motivación -la necesidad- propia de economías en vías de desarrollo. De esta forma, al verse obligados a ganarse la vida con el autoempleo no han tenido más remedio que echar mano de los ahorros personales para dotar el capital semilla necesario para iniciar los proyectos, debido a que ha decrecido la actividad de terceros inversores, como los business angels.

Con estos datos, el porcentaje de población que se encuentra involucrada en proyectos emprendedores en los últimos tres años y medio ha descendido arrastrado por el año de la pandemia. Nos referimos a la denominada tasa de actividad emprendedora (TEA): por cada 100 personas en edad de trabajar se encuentran emprendiendo 5,2, por los 6,1 del año anterior, afectando más a las mujeres (descienden al 4,8% desde el 6%) que a los hombres (bajan al 5,6% desde el 6,3%). La crisis ha agravado la brecha de género.

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Otro punto a tener en cuenta es la TEA sin trabajadores contratados, que aumenta del 46,5% al 50,8%. Lo que significa que más de la mitad de los emprendedores en fase naciente (con hasta 3 meses de vida) y en fase de consolidación (entre 3 y 42 meses) no ha podido ser el motor económico necesario para activar el empleo en España.

Un obstáculo sobrevenido ha sido la dificultad para el acceso al mercado exterior, que ha provocado un aumento en 5 puntos de los emprendimientos iniciales orientados hacia el mercado nacional. El cierre de fronteras no solo ha dificultado las exportaciones, con una caída anual del 10%, también las importaciones han sufrido un fuerte retroceso, cercano al 15%. Este desplome ha supuesto un parón en la lenta internacionalización de las pymes españolas, que ha obligado al gobierno a movilizar 4.600 millones de euros para relanzar la actividad comercial hacia el exterior entre este colectivo.

España ocupa el primer puesto en la barrera psicológica para emprender, representada por el miedo al fracaso. Nada menos que un 64% expresa esta sensación. Subrayemos que este tipo de temor es más habitual en países con ingresos laborales más elevados. Resulta más fácil embarcarse en una aventura emprendedora cuando no se tiene nada que perder que cuando se debe optar por dejar un trabajo por cuenta ajena, con unos ingresos suficientes, para trabajar para uno mismo.

Respecto al nivel de educación de los emprendedores, los menos activos son los dos extremos -personas sin estudios y las del nivel superior de postgrado-. Es normal que quienes carecen de cualquier tipo de formación no intenten iniciarse en una actividad en la que resulta vital un conocimiento básico del entorno comercial y legal, además de otras nociones elementales sobre la gestión de un negocio, sobre todo si la burocracia complica los primeros pasos. En el caso de quienes poseen estudios del máximo nivel, aunque se hallen más preparados para constituir una empresa y lograr el éxito en el emprendimiento, cuentan con más posibilidades de encontrar un trabajo bien remunerado y no se plantean correr riesgos con el autoempleo. De hecho, solo el 6,2% de los emprendimientos consolidados están gestionados por personas con nivel educativo de postgrado.

Por sectores, el de consumo y servicios integra el 77% de proyectos consolidados, por un 25% del sector industrial. No se trata del escenario más óptimo, ya que la industria es el motor más potente de cualquier economía avanzada, con un peso importante sobre el PIB. En España, además, el emprendimiento en su fase inicial solo se enmarca en un 18% en la actividad industrial. El reto de potenciar la industria 4.0 se encuentra en todos los programas políticos, pero no acaba de arrancar. Y la pandemia no ha facilitado esta evolución.

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El estudio de estos datos nos deja un estado de incertidumbre que probablemente cambiará el paradigma del ecosistema emprendedor y, ex malo bonum, el empuje definitivo hacia la transformación digital de los negocios que aún no se habían planteado esta medida o se encontraban dando los primeros pasos.

A pesar de que España ha sido uno de los países más afectados por la crisis, ocupa un lugar privilegiado, entre los primeros veinte países del mundo en actividad emprendedora, concretamente en el puesto 19º, por encima de la media europea, mostrando una valiosa resiliencia ante condiciones tan adversas. Hay que tener en cuenta que nuestro país, siendo la quinta economía europea, se encuentra entre los países con menor inversión en I+D, incluso por detrás de Portugal, Polonia o Grecia, dando más mérito a la capacidad emprendedora nacional.

Si España quiere superar pronto esta crisis tendrá que contar con los emprendedores. Fomentar y facilitar esta actividad, como signo de salud económica, corresponde a los poderes públicos porque está en juego el futuro de un país. El emprendimiento genera riqueza, disminuye el desempleo y actúa directamente sobre la innovación en todos los niveles y sectores. En este sentido la educación desde edades tempranas juega un papel fundamental. En el informe de GEM España la educación y formación emprendedora en etapa escolar ha recibido una nota muy baja por parte de los expertos (2,18 sobre 10) en lo relativo a las condiciones del ecosistema emprendedor. Una asignatura pendiente también en niveles superiores. En algunas universidades esta cuestión es prácticamente residual, aunque poco a poco le van dando el interés que merece, sobre todo a la actividad intraemprendedora. Por todo ello se debe inculcar a los alumnos el sentido del emprendimiento, su conocimiento y formación, estimular sus ideas para que se atrevan a llevarlas a cabo sin miedo, haciéndoles saber que no solo pueden ganarse la vida trabajando para otros, que tienen la posibilidad de ser sus propios jefes y convertirse en miembros productivos de la sociedad desde una perspectiva más autónoma.


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